martes, 13 de septiembre de 2011

Filosoferá gira a Palermo. domingo 18, a las 20 y 30 hs (puntual) en Bompland 800, esquina Vera, muy cerca de Corrientes y Dorrego.




 domingo 18, a las 20 y 30 hs (puntual) en Bompland 800, esquina Vera, muy cerca de Corrientes y Dorrego.


Fragmentos de las Notas de Trabajo de Maurice Merleau Ponty, publicadas como anexo a Lo visible y lo invisible (1964). 

Percepción y lenguaje

Existe una diferencia entre la percepción y el lenguaje, y es que veo las cosas percibidas mientras que las significaciones son invisibles. El ser natural descansa en sí mismo, mi mirada puede detenerse en él; mientras que el ser que tiene por morada el lenguaje no puede fijarse, no podemos mirarlo, sólo es a lo lejos. Por tanto, hay que dar cuenta de esa relativa positividad de lo percibido (aunque sólo sea no-negación, aunque no resista la observación, aunque toda cristalización sea en algún aspecto ilusoria). Tanto más cuanto que en ella se apoya la posibilidad de lo invisible. No existe un mundo inteligible, sólo existe un mundo sensible. 
(Pero ¿qué es ese hay del mundo sensible de la naturaleza?). 
Lo sensible es precisamente ese medio en el que puede haber el ser sin que haya de ser puesto. La apariencia sensible de lo sensible, la persuasión silenciosa de lo sensible es el único medio que posee el ser para manifestarse sin hacerse posibilidad, sin dejar de ser ambiguo y trascendente. El mundo sensible mismo al que nos inclinamos y forma nuestro lazo con los otros hace que los otros sean para nosotros apenas un “se da”, justamente como sensible, por alusión. Lo sensible es esto: esa posibilidad de ser evidente en silencio, de estar sobre entendido, y la presunta positividad del mundo sensible (cuando se la escruta hasta las raíces, cuando se rebasa lo sensible – empírico, lo sensible secundario de nuestra “representación”, cuando se descubre el Ser y la Naturaleza) resulta precisamente algo inaprensible, sólo se ve en sentido pleno la totalidad en que se recortan las realidades sensibles. El pensamiento sólo está algo más lejos aún de las visibilidades. 

Noviembre de 1959  
El sentido es invisible pero lo invisible no es lo contrario de lo visible: lo visible tiene una contextura invisible, y lo invisible es la contrapartida secreta de lo visible, solo aparece en lo visible, es el impresentable que me es presentado como tal en el mundo, aunque no se lo puede ver en él, y todo esfuerzo para verlo lo hace desaparecer, aunque está en la línea de lo visible, en su foco virtual, se inscribe allí (en filigrana). 

Los sentidos – la dimensionalidad – el Ser 
Noviembre de 1959 
Cada sentido es un mundo, es decir, absolutamente incomunicable a los demás sentidos, sin embargo, construye un algo que, por su estructura, se abre inmediatamente al mundo de los otros sentidos, y forma con ellos un solo Ser. La sensoriaridad, por ejemplo un color, el amarillo: se rebasa a sí mismo, en cuanto se convierte en color de iluminación, en color dominante del campo, deja  de ser  tal color. Tiene pues, de por sí, función ontología, se hace apto para representar todas las cosas. Con un sólo movimiento se impone como particular y deja de ser visible como particular. El “mundo” es ese conjunto de cada “parte” que, cuando se la toma en sí, abre de repente dimensiones ilimitadas, se convierte en parte total. 
Ahora bien, esta particularidad del color, del amarillo, y su universalidad, no están en contradicción, juntas son la sensorialidad misma: por la mima virtud, el color, el amarillo, se da a la vez como cierto ser y como dimensión, expresión de todo ser posible. Lo propio de lo sensible (como del lenguaje) está en ser representativo de todo, no por relación signo-significación, o por inmanencia de unas partes a otras y al todo, sino porque cada parte se arranca del todo, sale con sus raíces, se mezcla con el todo, cruza las fronteras de los otros. Así se envuelven las partes unas en las otras (transparencia), no se detiene el presente en los límites de lo visible (a mi espalda). La percepción me abre el mundo, como abre un cuerpo el cirujano, descubriendo, por la ventana que ha practicado, órganos en plena actividad, sorprendidos en su acción, visto de lado. Así es como lo sensible me inicia en el mundo, del mismo modo que el lenguaje me inicia en los demás: por superposición y desborde. La percepción es al principio, no percepción de cosas, sino de elementos (agua, aire, etc.), de radios del mundo, de cosas que son dimensiones, que son mundos, me deslizo por esos “elementos” y me encuentro en el mundo, me deslizo desde lo “subjetivo” al Ser. 
La presunta “contradicción” entre el amarillo como algo y el amarillo como título de un mundo no es contradicción, pues el amarillo se convierte en universo o en elemento precisamente dentro de su particularidad de amarillo y gracias a ella. Es como la música, donde se puede describir una nota como nota particular en el campo de otro tono, y la misma puede convertirse en aquel tono en el cual está escrita la música, lo cual equivale a la verdadera marcha hacia lo universal. Lo universal no está por encima sino por debajo; no está delante, sino detrás de nosotros. Como la pintura sin cosas identificables, sin la piel de las cosas, sino dando su carne. 
Esta universalidad de lo sensible está grabada en el ser sin restricción, ese Ser que está entre mi perspectiva y la de los demás, entre mi pasado y mi presente. 

Ceguera de la “conciencia” 
Mayo de 1960 
Lo que la conciencia no ve, no lo ve por razones de principio; no lo ve porque es conciencia. Lo que no ve es lo que prepara en ella la visión de los demás (así como la retina es ciega en el punto desde el cual se distribuyen por ella las fibras que permitirán la visión). Lo que no ve es lo que hace que vea, es su vinculación al Ser, su corporeidad, los existenciales por los que el mundo se hace visible, la carne en que nace el objeto. Es inevitable que la conciencia esté mistificada, invertida, es inevitable que sea indirecta, ya que por principio ve las cosas por la otra punta, desconoce por principio al Ser  y lo suplanta con el objeto, es decir un Ser con el que ha roto, y que pone más allá de  esta negación, negando esta negación. 
Carne del mundo – carne del cuerpo – Ser 
Mayo de 1960 
Carne del mundo, descrita como segregación, dimensionalidad, continuación, latencia, superposición. 
Esto quiere decir que mi cuerpo está hecho de la misma carne que el mundo (es un ser percibido), y que además el mundo participa de la carne de mi cuerpo, la refleja, se superpone a ella y ella a él (lo sentido, colmo de subjetividad y materialidad a la vez), están en una relación de transgresión  o de encabalgamiento. Esto significa además: mi cuerpo no es sólo algo percibido entre lo percibido, es el que los mide a todos,  punto cero de todas las dimensiones del mundo. Por ejemplo, no es un móvil o un moviente junto a los demás móviles o movientes, no tengo conciencia de su movimiento como alejamiento respecto a mí, mi cuerpo es modificado mientras que las cosas son movidas. Esto significa una especie de “reflexión” (modificación). Paralelamente: se toca, se ve. Y por esto es capaz de tocar o de ver algo, es decir de estar abierto a cosas en las que lee sus modificaciones (porque no tenemos la idea de alma, porque el alma es un ser del que no hay idea, un ser que somos y no vemos). El tocarse, el verse: “conocimiento por sentimiento”. 
El tocarse, el verse del cuerpo hay que entenderlo como lo que hemos dicho del ver y lo visible, del tocar  y lo tangible. Es decir, no es un acto es un ser para. Según esto, tocarse, verse, no es captarse como objeto, es estar abierto a sí, destinado a sí (narcisismo). No es, pues, alcanzarse; por el contrario, es escaparse, ignorarse; el “sí” en cuestión es distanciamiento, es develamiento de lo oculto como tal, que por tanto no deja de estar oculto o latente. 

Visible e invisible 
Mayo de 1960 
Lo visible es: 
  1. Lo que no es actualmente visible, pero podría serlo (aspectos ocultos o inactuales de la cosa – cosas ocultas, situadas en “otra parte” – “aquí” y en “otra parte”). 
  2. Lo que, relativo a lo invisible, no podría sin embargo ser visto como cosa (los existenciales de lo visible, sus dimensiones, su contextura no figurativa). 
  3. Lo que sólo existe táctil o cinestésicamente. 
  4. El sí mismo, o Cogito. 

Carne - espíritu 
Junio de 1960 
Definir el espíritu como el otro lado del cuerpo. No tenemos idea de un espíritu que pueda no estar “revestido” de un cuerpo, que pueda no establecerse en este suelo. 
“El otro lado” quiere decir que el cuerpo en tanto que tiene ese otro lado, no es descriptible en términos objetivos, en términos de en  sí  - que ese otro lado es realmente el otro lado del cuerpo,  se desborda en él. Se le superpone, está escondido en él. Y al mismo tiempo lo necesita, concluye en él, está anclado en él. Hay un cuerpo del espíritu y un espíritu del cuerpo, y un quiasmo entre ambos. Entender el otro lado no como el pensamiento objetivo, como proyección distinta del mismo plano, sino como desplazamiento del cuerpo hacia otra profundidad, una dimensionalidad que no es la extensión, y como trascendencia de lo negativo hacia lo sensible. 
Para esta filosofía la noción esencial es la de carne, que no es el cuerpo objetivo y tampoco el cuerpo pensado por el alma (Descartes) como suyo, que es lo sensible en el doble sentido de lo que se siente y lo que siente. Lo que se siente = la cosa sensible, el mundo sensible = el correlato de mi cuerpo activo, lo que le “responde”. Lo que siente = no puedo poner ninguna realidad sensible sin ponerla como arrancada de mi carne, sacada de mi carne, y mi carne misma es una realidad sensible en la que se efectúa una inscripción de todas las demás, eje del que participan todas las demás, realidad sensible clave, realidad sensible dimensional.

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