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A pedido del pueblo ofreceremos un menú más a tono con la temática pero tranquilos, no comeremos carne de gorila ni propondremos una alternativa caníbal de "Mano-pan". Nos referimos a la opción gastronómica siempre asociada a lo nacional y popular: el asado.
A no temer los compañeros y compañeras vegetarianas/os, para sus progresistas paladares habrá también verduras asadas.
Perón:
Entre la sangre y el tiempo
Lo inconciente y la política.
Prologo a la primera edición.
I
Tiempos de retroceso, tiempos para tomar distancia.
Tiempo para pensar lo que la acción en su urgencia esquivó. Tiempos para traer saberes olvidados, viejos signos animados que vienen desde muy lejos, de hombres que ya son solo polvo-¿polvo enamorado?-, para que a través de ellos, vinculo amoroso que circula en la inmensidad del tiempo, comprendamos el sentido de la propia vida que antes no pudimos ver.
Maquiavelo para comenzar. El amor por los hombre de su pueblo lo llevo a plantearse el enigma de la dominación. La reflexión política descubrió el lugar donde el terror se presenta como fundamento único de todo poder social, pero también nos mostró allí su lógica y sus límites. Y nos quizo decir que el terror, aun en su contundencia constructiva, encubre un contrapoder mas profundo que los pueblos deben despertar en si mismos para vencer. Y sin embargo los “príncipes” y sus sabios solo siguen reafirmando que Maquiavelo defiende la eficacia del terror y de la astucia- que el nos describe-, pero ocultan la lógica simple que circula en su mensaje. Mas allá del miedo que nos infunden, Maquiavelo nos dice que, para enfrentarlos, debemos primero despojarlo del halo de omnipotencia que les confiere el poder: “no hay milagro alguno en esto, sino que todo es razonable y ordinario”. Solo necesitamos desnudar con una mirada nueva la originaria simplicidad, ahora oscurecida, de los poderosos:
“no nos deslumbre la antigüedad de su estirpe, de la que la blasonan ante nosotros, porque todos los hombres, habiendo tenido un idéntico principio, son igualmente antiguo, la naturaleza nos a echo a todos de idéntica manera. Si nos quedáramos todos completamente desnudos, veríamos que somos iguales a ellos; que nos vistan a nosotros con sus trajes y a ellos con los nuestro y, sin duda alguna, nosotros pareceremos los nobles y ellos los plebeyos; porque son solo la pobreza y la riqueza los que nos hacen desiguales; me duelo mucho porque veo mucho de vosotros se arrepienten, por motivo de conciencia, de las cosas echas, y quisieran abstenerse de las que vamos a cometer”.
Quienes desdeñaron el milagro tuvieron que descubrir dentro de si mismos una fuerza mas profunda y poderosa que ningún terror pudiera, a la larga, doblegar. Poder de las fuerzas del pueblo que fueron, son y serán, el fundamento de todo poder, pese a que la astucia y el miedo a la muerte logren por un prolongado momento refrenarlas. Aunque excluido, relegado y empobrecido fue desde su retiro solitario donde lo colectivo del poder del pueblo llego a ser pensado y reafirmado por Maquiavelo. Y pese a que los dominado aun no lo sientan ni lo sepan todavía el siguió alimentando esta verdad profunda desde su soledad en San Casiano.
Spinosa también. De el se dijo: “cada filosofo tiene dos filosofías, la propia y la de Spinosa”. Su filosofía esta detrás de cada uno de nosotros, nos invita a convertirnos en el lugar donde se elabora, como experiencia de vida, lo que la mera reflexión solo enuncia como saber, y enfrentar entonces el riesgo de un nuevo e ignorado poder. Por eso nos advierte: “Nadie sabe lo que puede un cuerpo” el saber se despliega solo luego de descubrir y ejercer este poder. El poder colectivo se revela desde el propio cuerpo individual amplificado cuando superamos la cerrazón sensible que el terror nos impuso al separarnos de los demás. Y, venciendo la angustia, se extiende hasta rencontrarlo de otro modo:
“Así, nada es mas útil al hombre que el hombre; quiero decir, que nada pueden decir los hombres que sea mejor para la conservación de su ser que el concordar todos en todas las cosas, de suerte que las almas de todos formen como una sola alma, y sus cuerpos como un solo cuerpo…”
No se trata de un enlace de ideas sino de una concordancia de cuerpos que sienten y piensan. Esta fuerza nueva descubre más profundamente hasta que punto el terror y la salvación religiosa individual era ya un encubrimiento histórico de un contra-poder que despunta desde la corporeidad más íntima. Para comprenderlo había que penetrar ahondando en la formación histórica de su propio cuerpo que el terror trato de limitar. Y mostrar desde allí la complejidad de los métodos de dominación que, bajo la apariencia de unir las almas, separa los cuerpos y le impide conformarse como un solo cuerpo. Solo así pudo Spinoza descubrir el lugar imaginario del poder religioso como poder político, y la razón de su eficacia. Spinoza, el estudiante de Rabi, enfrento por hacerlo el anatema mas temido de la ley:
“que sea maldito de día y maldito de noche, maldito cuando se acueste y maldito cuando se levante, maldito cuando salga y maldito cuando entre; que Dios no le perdone, que su cólera y su furor se inflame contra este hombre.”
Pero este hombre maldito, que enfrento la cólera de los hombres que hablaba en nombre de Dios utilizando como recursos del terror, escribió luego “La Ética”, que no mas que un libro. Pero no solo un libro más: “La Ética” de Spinoza es un tratado de insurgencia político-moral. Nos muestra, más allá de las apariencias, donde reside el verdadero poder, desde la sabiduría a un inconsciente de nuestro propio cuerpo. No se trata de sutilezas intelectuales; mas bien el poder despótico, pese a su bárbara apariencia, es también un poder, sutil, racional y astuto, hecho para desviar e impedir el nuestro. Aun la barbarie, es su terror inmisericorde, toca y penetra por efracción la trama compleja de un cuerpo- individual y social- que fue doblegado, aterrorizado ante su fuera. Pero esta trama viva, resistente, preexiste al ejercicio desnudo del poder que la somete, y permanece contenida: esta oculta porque desconocemos nuestro propio poder que, sin embrago, debemos despertar y comprender. Pero yo aun no lo se: “nadie sabe cuanto puede un cuerpo”. Hay un poder del cuerpo que excede todo saber. Sin embrago hay un modo de despertarlo, y Spinoza nos abre el camino para acercarnos a el.
También Carl von Clausewitz, el general intelectual. El debate íntimo de su vida fue al principio solo uno: el origen de su propia sangre. Luchando desde su bastardía innoble por hacer reconocer su rancia estirpe al servicio leal de Federico II, de Prusia, y del ejercito, el, que no llevaba en sus venas-le confesaba a su noble y futura mujer- “ni una sola gota de sangre mentirosa” y que estaba dispuesto, con quien lo pusiera en duda, a “responderle con una espada que nos resguardara de toda humillación” estaba sin embrago corroído por la duda de su nacimiento: ¿era noble o no? para dudar de su nobleza hubiera tenido que acusar abiertamente a su padre, no creer en su palabra, cambiar la suya por la de el.
Pero esta nobleza incierta del origen, su bastardía, se decide y se muestra refulgente de verdad en su teoría de la guerra. Aunque no sin esfuerzo: es primero en la guerra “monista” de la fantasía infantil, pensada paradójicamente como un duelo entre dos combatientes, donde su sangre sin mentira enfrenta a la de su padre y la vence. Pero, reflexionando luego desde la guerra adulta real, lograra superar el despotismo que se prolongo y se le impuso, mas allá de esta ilusión individualista, desde la forma paterna. Es entonces cuando Clausewitz pasa a elaborar, manteniendo su certeza originaria, una estrategia colectiva que reconoce, como fundamento de de todo enfrentamiento político, a las pulsiones “naturales” e invencibles del pueblo. Recién entonces también Clausewitz descubre el lugar donde reside la verdadera fuerza que los generales no podían ver –el predominio de la moral- y que ningún ejército ofensivo y usurpador podrá nunca vencer –el predominio de la resistencia popular-. Su experiencia primera, la de los poderes contrapuestos –nobles y plebeyos-, enfrentados en la melancólica cifra de su debate interior, se expandió desde allí hasta encontrar por fin del lugar real e histórico donde se elabora la respuesta, aunque leída ahora en otro nivel: en la verdad de los enfrentamientos guerreros, políticos y económicos que solo la fuerza popular puede decidir.
Pero con haber ido muy lejos, Clausewitz no fue más allá. El pueblo en armas, si, pero dominado solo por la alta alcurnia de una dirección política central y por un jefe, cuya alma superior nos habría de guiar: esa fue su ambigüedad. Por eso ese saber que Clausewitz nos aproxima no desborda totalmente la apariencia bajo la cual se encubre la persistente separación, todavía vigente, entre política y guerra. Solo aborda su eficacia, es cierto, pero sin embargo nos muestra el lugar inequívoca donde la lógica implacable de la guerra tendrá siempre como premisa el poder moral y pulsional del pueblo.
Freud y Marx, por último. Pero entendidos más allá de las lecturas “objetivas”, que cuanto mas presumen de un retorno a las fuentes tanto mas ocultan y cercenan lo fundamental del saber que quisieron transmitirnos. Nos ofrecen un Marx sin sujeto, sin humanismo, sin lugar para la subjetividad, que solo habría formulado una teoría reducida a las relaciones económicas de producción. También, del otro lado, como complemento, nos dan un Freud preocupado solo por el individuo singular, sin historia y sin masas rebeldes, lugar de un deseo abstracto que ninguna historia real engendra, para una pulsión que se detiene, en los limites del propio cuerpo – del otro solo como fantasma, sin ir mas allá-. Pero sin embargo fueron ellos los que, desentrañando la apariencia que el poder disocia, unieron la paz con la guerra, la vida con la muerte social, lo subjetivo con la historia. Nos mostraron, por fin desnudado en nuestro propio tiempo, el secreto cuya revelación es mas temida y odiada por quienes lo ejercen: el velado secreto del poder social.
II
Estamos ahora asimilando la penosa lección de siglos: aprendiendo a saber. Pero entonces el terror antiguo asume otras formas: ellos, los tenebrosos que ejercen impunemente la violencia, también saben o presienten lo que nosotros estamos aprendiendo en carne propia. Pero con saberlo no pueden, lógica de una verdad insoslayable, dejar de torturar y asesinar para reinar. Sin embargo, tarde o temprano van a descubrir que el terror tiene también una lógica implacable. Esa lógica también ellos la sienten, sordamente, porque se inscribe necesariamente en sus acobardados cuerpos. Aunque no lo parezca están sin embargo ya destruidos, penetrados por l propia muerte que han ejercido contra los demás, porque el terror vuelve a emerger, implacable, desde adentro de ellos mismos, sin que la impunidad del triunfo que proclamaron con alborozo lo pueda hacer desaparecer.
Son muchos los compañeros y compatriotas desaparecidos para siempre, es cierto, rostros ya nadie volverá a ver nunca mas, porque la muerte disolvió el último rictus del dolor, como se disolvió en ellos la imagen del asesino que los extermino. Es mucha la carne martirizada donde la furia cobarde, en la clandestinidad subterránea de sus cárceles y cuarteles, se ensaño sabiéndose impune: necesitaron, estos valientes, un recinto erizado de bayonetas y tanques de guerra para encarnizarse contra los cuerpos inermes. Y llamaron “guerra sucia” a este exterminio atroz.
Pero ni aun en la soberbia alcanzada por la euforia instantánea de sus miserables triunfos se saben seguros y triunfadores: el propio terror subsiste, no fue acumulado, se multiplico como un eco infinito en sus propios cuerpos, y decanto como un continuo temblor. En realidad solo esta lógica estricta es la única implacable: la de la vida que vence al terror. Son también los asesinos quienes están profundamente atravesados por el miedo, y la muerte que dieron a los otros penetro, no lo dudemos, cada uno de las fibras de sus propios cuerpos: están macerados de muerte. Y esa propia muerte temida, que expulsaron fuera de si, seguirá carcomiendo la mísera materia que desde ellos se prolonga como carne asesina aun de todo lo que pretenden salvar y acaso amar: están abrazados a la muerte.
No hablamos de remordimiento ni de arrepentimiento ni de culpa. L psicología aquí, estrictamente, no tiene nada que hacer: la lógica que los aferra se sitúa más allá. Sabemos lo que decimos, porque los estamos viendo: sus cuerpos asesinos se prolongan en sus mujeres y en sus hijos, porque sus vidas los condenan para siempre a la miseria de la apariencia espectral: tiñen la muerte y mojan de sangre todo cuanto tocan. La muerte no es para ellos ese futuro temido que todos al fin de la vida humana habremos de encontrar. Para ellos la muerte es siempre actual: esta de cuerpo presente corroyendo hora mismo, a cada instante, lo mas entrañable de sus propios cuerpos: el movimiento de sus vidas esta animado por ese ritmo mortal. Al fin habrán de sentir que el dar la muerte al palpitante cuerpo de los que asesinaron para eludir la propia fue un intento vano: esa muerte permanece, hielo petrificante, en cada fibra del propio y tembloroso cuerpo. La ultima mirada de los moribundos –no lo dudemos- quedo incrustada para siempre en el fondo de sus propios ojos. Y verán en todo lo que miren la presencia silenciosa y tenaz de los asesinados.
III
Nosotros también debemos aprender; mas allá del terror, ya es hora de osar pensar y sentir lo que antes nunca habíamos podido. La sociedad argentina no será nunca más lo que aparenta en su silencio actual: cada uno de nosotros tendrá que elaborar y asimilar el torrente de muerte que anonado y anestesio nuestros sentidos. “nadie sabe cuanto puede un cuerpo”, es cierto, pero si acallamos su dolorosa marca será nuestro poder el que perdemos. Pero ellos, los asesinos, ya lo perdieron: esa es la verdad. Ellos si, aunque no lo sepan, al querer salvarla perdieron ya la vida, la seguirán perdiendo, desflecada en lo que quisieron de cualquier manera evitar. Los signos anunciadores están en camino: comenzaron, queriendo hacerse los fuertes en el plano moral, por reconocer el homicidio clandestino como una necesidad política: pasaron de la hipocresía al cinismo. No saben que la lógica del terror asesino circula lentamente, es cierto, pero por otro canal.
Vidas inficionadas de muerte, que los seguirá corroyendo y disolviendo desde adentro, carroñas ya pese a sus rostros apiedrados de vencedores ¿sabrán nunca, acaso, la dimensión de la propia miseria que evidencian en cada gesto? ¿Podrán acaso evitar que, aun en la penumbra de un abrazo amoroso, es espectro de la muerte se prolongue hasta el fondo helado de sus lechos matrimoniales? Jesucristo de yeso copulando en el triste abrazo de la memoria de un amor que nunca mas podrán con nadie sentir, espectros hediondos que se abrazan cuando estrechan a sus hijos, muerte y terror que se prolongar en los vientres de sus mujeres y de sus hijas, son de el fantasma del terror paterno seguirá inseminado y engendrando desde la sangre solo terror, porque es vida, la de ellos, que nutrió y que se nutre de muerte. Es lo que vemos al ver sus rostros, lo que ellos no pueden ver, ese halo que los rodea y los acompaña para siempre, que despierta horror sin piedad al verlos, y que hasta los propios han de ver.
Es la muerte la que esta realmente en ellos, no la que les atribuimos solamente. Esta muerte no necesita de testigos ni de testimonios porque esta presente dentro de ellos mismos, de interior a interior. Muerte que se muestra en los rictus de sus músculos que no se distienden, carne tumefacta que el uniforme o la sotana ciñe, rostros rígidos que la muerte define en cada rasgo y dibuja con su cincel las marcas del terror que vive en ellos, la vergüenza de ser que ellos ya no sienten. Hay sentimientos inconscientes, nos enseño Freud.
IV
Una vez mas: son estos problemas del pode político los que la reflexión muestra, pero que el psicoanálisis convencional encubrió como si se tratara solo de enfermedad individual. En cambio, nosotros terror mediante, ya lo sabemos: el problema de esta locura es un problema social. Trataron de impedir que los hombres accedieran colectivamente a la verdad del poder de sus cuerpos ahora separados, diseminados por la amenaza de muerte. Y esto es la tortura y el asesinato aplicados como pedagogía política: dislocan el cuerpo, lo desnudan, penetran en el para disolverlo; lo laceran, pirograban en su carne la marca inmisericorde de su poder. Violan el cuerpo, lo dislocan y lo desgarran para que el sufrimiento atroz introduzca la presencia real de la muerte que la mera amenaza, en la paz política, no alcanzo a será interiorizada para evitar la acción.
Pero la tortura, ya lo vimos, tiene doble faz: graba su anverso también en ellos, la del propio terror y de la propia cobardía que par siempre los ha de acompañar. ¿el asesinato masivo no significo acaso el reconocimiento de la propia impotencia para marcar y doblegar? ¿Qué nos muestra sino lo que más temen: la fuerza de los hombres que no ceden su resistencia? Esa es la evidencia última que no pueden soportar. El terror cuanta solo con lo inmediato de su ejercicio: no puede ver más allá. Su aplicación sabia, calculada y científica, no destruye su ceguera. Este sistema esta, como quienes lo sostienen, inficionado de muerte, porque es la muerte quien lo guía en su devoración de la vida ajena.
En verdad solo se dan respiros históricos para poder vivir ¿vivir que? En lo imaginario del poder real, pese a todo su poder. Pero lo que la lógica de Freud y Marx nos muestran, lo que Maquiavelo, Spinoza y Clusewitz nos revelaron, fuel lugar invencible donde reside el poder social. ¿Qué quedara, nos preguntamos, de todos los Videla, los Massera, los Martínez de Hoz y los obispos plaza al cabo de los siglos, frente a ese pequeño y valeroso judío Ámsterdam, sin poder armado, que solo tenia el de su propio e indefenso cuerpo cuya vida la tesis abrevio? Los gusanos de la muerte consumieron su cuerpo, es cierto, pero lo que en el hubo de vida, de poder, subsistió. De el ya sabemos cuanto pudo su cuerpo: que es el único que en el hombre vence a la muerte. De estos otros, en cambio, de estos cuerpos asesinos ¿Qué quedara? Quedara solo la agusanada muerte que los borrara para siempre del recuerdo de los hombres que vencieron el terror. Estrellas de primera magnitud se creen en su fugacidad, pero es la muerte quien los puso en el sitial del máximo encubrimiento, puras apariencias que el tiempo disolverá porque nada de vivo en el mundo los sostiene, salvo la mentida promesa de un dios moribundo que saben también que no es, como ellos mismos ya no son.
Es preciso volver a despertar esta lógica implacable donde se apoya la esperanza de vencer, el optimismote la vida que la miseria del militar cristiano y represor tarta de encubrir. Más allá de la lógica del terror económico, militar y religioso, esta la fuerza real de la vida histórica que quieren encubrir, pero cuya existencia es necesario mostrar que persiste, tozudamente, contra toda apariencia: esta presente, viva aun, en la necesidad misma que los lleva a quererla destruir.
Hay una lógica de la guerra, hay una lógica de la economía, hay una lógica de la política como hay una lógica de del amor y de la subjetividad. Y todas ellas dicen lo mismo: el poder no esta donde el terror lo sitúa, pese a que se aprovechen momentáneamente de el. Porque al mismo tiempo no pueden evitar que esa fuerza colectiva subsista como fondo de una dialéctica mas profunda y corporal que el poder despótico podrá reprimir pero nunca anular. Lograr que esa esperanza, como una llamita tenue, amanezca e nuevo entre nosotros, es lo que se propone este libro, sin humildad.
Caracas, diciembre 31 de 1979
Prologo de la segunda edición
Este libro no narra la “historia” de peronismo. O lo intenta comprender que significo su creación social –la aparición, extendida desde el campo militar, de una nueva forma de dominación política, cuyas consecuencias deben ser leídas no solo en la reorganización de las formas sociales colectivas sino sobre todo en la configuración subjetiva de sus adeptos-. Tratamos de explicarnos aquí la estrategia con la cual se logro realizar, a través del modelo humano de su líder, la expropiación política del poder popular diseminado, unificándolo en beneficio de las clases dominantes.
Quisimos ir mas allá de la apariencia inmediata en la que nos sumerge el simplismo de las adhesiones inocentes que, con argumentos económicos o real-políticos, expresan el fervor de un populismo pueril, incluidas las de izquierda. Para ellos nos fue necesario construir primero un marco teórico que nos permitiera comprender esa estrategia política encubierta. Porque al penetrar astutamente los estratos más profundos de la subjetividad, el peronismo produjo esa apariencia de rebeldía popular que, por momentos, alentó heroicos intentos por asentar en ella los fundamentos de una “revolución” armada. Rebelión incitada en momentos de desesperación y de fracaso por su exiliado líder, desalentada luego por el mismo y reprimida al final con saña feroz desde sus propias filas. Allí dejaron sus vidas heroicamente muchos de nuestros mejores hombres y mujeres.
Había que ir poniendo de relieve la compleja urdimbre del fenómeno social peronista y la reorganización imaginaria de quienes quedaron cautivados –y cautivos- en ese movimiento. Pues esta estrategia política, ampliando la lógica primera del militar Perón, y extendiéndola desde el cuartel a la población civil, organizo en su momento funcional el corazón y la cabeza de los grandes colectivos populares. Teníamos que explicar que transacción inconfesable realizo el poder con sus astucias políticas, que se le expropio a los trabadores mientras se les concedía con los dineros del Estado, pero como si fuera una dadiva personal –Evita mediante- los “beneficios sociales”.
Este marco comprensivo, para responder a nuestra pregunta, debía abarcar y desbrozar los intricados procesos que están presentes en los fenómenos colectivos. Pero era necesario también profundizar la lógica que organizo la subjetividad de los adeptos sobre el fondo de esos dos extremos que, con la opción de “sangre o tiempo” que Perón nos planteo, el terror militar abrió en la sociedad: la “política”, considerada como el tiempo de una tregua que el poder represivo nos concede; o la “guerra, que agigantando la videncia emerge enunciando el momento de la sangre, como un enfrentamiento disimétrico y mortal contra los opositores de la “paz” política que no había logrado derrotar.
Así la política y la guerra no son sino dos modalidades de una única y misma finalidad común: el dominio de la voluntad popular; considerada como el enemigo a sojuzgar. Su ustedes quieren, se trataba de dar cuenta en este ensayo de ese interrogante interminable que la sociología habitualmente oculta con las expresiones de “populismo”, “fascismo”, “demagogia”, etc., pero que la reflexión mas directa plantea en términos mas simples, para el caso en el “Discurso” de La Boetie: “¿Por qué los hombres anhelan la servidumbre?” pero también, para ampliar esta expresión que naturaliza en exceso ese anhelo histórico, contestar la misma pregunta desde los discursos de Perón, que promueven concientemente la servidumbre:¿Cómo el poder estatal peronista preparo y transformo la subjetividad ciudadana para que ese deseo político y económico de dominio se cumpla sobre el fondo amenazante de la sangre?
En esta nueva edición optamos por dividir el texto original en dos tomos. El primero, que requiere un lectura más atenta, mas “teórica” podríamos decir, desarrolla el marco conceptual –Freud, Clausewitz- que nos sirvió para la interpretación posterior de los textos del militar-político Perón. Este esquematismo teórico no responde a ningún pundonor académico y manos a una pretenciosa lucubración intelectual; resulto necesario para construir una referencia conceptual que nos llevara mas allá de lo superficial y engañosa percepción inmediata, modalidad habitual de la acción política, aun practicada por intelectuales.
En el segundo tomo, aplicamos esa “ampliación” teórica al hecho social, tratamos de comprender el transito astuto del hombre de armas, el militar Perón –“la guerra que oculta la política”-, y explicarnos el “justicialismo” desde la figura y la obra de su lider según sus propios textos.
Agotada quedo la primera edición de este ensayo, en medio de una penuria critica generalizada, en un país plagado de psicoanalistas – y encima “progresistas”- sin haber logrado que alguno de ellos al menos, tan politizados antes, se interesara por “lo inconsciente en la política” que el libro desarrolla. Sin haber encontrado tampoco eco, ni la mas mínima critica (lo cual es aun peor) en ninguna de las múltiples variantes el peronismo “de izquierda”, ni tampoco en los intelectuales que apoyaron o criticaron al peronismo desde el progresismo marxista. Quizás recién ahora estén dadas en el país las condiciones para considerar en serio esa experiencia social. Pero sobre todo para sacar las consecuencias políticas que el peronismo produjo en la izquierda.
Empecinados, repetimos esta edición renovando la esperanza que teníamos en el momento en que fue escrita.
Texto para el que tenga ganas de seguirla...
patologías de la hiper-expresión
Malestar y represión
El pensamiento antiautoritario del siglo XX estuvo directa o indirec-tamente influido por el concepto freudiano de represión, del que se
ocupa en su escrito El malestar en la cultura.
“En este punto debería imponérsenos, por primera vez,
la semejanza del proceso de la cultura con el del desarrollo
libidinal del individuo. Otras pulsiones son movidas a des-plazar las condiciones de su satisfacción, a dirigirse a otros
caminos, lo cual en la mayoría de los casos coincide con
la sublimación (de las metas pulsionales) que nos es bien
conocida, aunque en otros casos puede separarse de ella.
(...) Por último y en tercer lugar –y esto parece lo más im-portante–, no puede soslayarse la medida en que la cultura
se edifica sobre la renuncia de lo pulsional, el alto grado en
que se basa, precisamente, en la no satisfacción (mediante
sofocación, represión, ¿o qué otra cosa?) de poderosas pul-siones. Esta “denegación cultural” gobierna el vasto ámbito
de vínculos sociales entre los hombres; ya sabemos que ésta
es la causa de la hostilidad contra la que se ven precisadas
a luchar todas las culturas”.1
Así, pues, Freud considera la represión como un rasgo inelimi-nable y constitutivo de la relación social. En la parte central del siglo
XX, entre los años 30 y 60, el pensamiento crítico europeo se pre-gunta por la relación entre la dimensión antropológica de la aliena-ción y la dimensión histórica de la liberación. El punto de vista que
Sartre expone en Critique de la raison dialectique (1964), directamente
influido por el pensamiento freudiano, reconoce el carácter antropo-lógicamente constitutivo, y por tanto ineliminable, de la alienación.
Por el contrario, el pensamiento marxista en su variante historicista y
dialéctica considera la alienación como un fenómeno históricamente
determinado y, por tanto, superable por medio de la abolición de la
relaciones sociales capitalistas.
En su ensayo de 1929 Freud anticipa las líneas de esta discusión,
al criticar la ingenuidad del pensamiento dialéctico:
“Los comunistas creen haber hallado el camino para la re-dención del mal. El ser humano es íntegramente bueno, rebo-sa de benevolencia hacia sus prójimos, pero la institución de
la propiedad privada ha corrompido su naturaleza. (...) Si se
cancela la propiedad privada, si todos los bienes se declaran
comunes y se permite participar en su goce a todos los seres hu-manos, desaparecerán la malevolencia y la enemistad entre los
hombres. (...) No es de mi incumbencia la crítica económica al
sistema comunista; no puedo indagar si la abolición de la pro-piedad privada es oportuna y ventajosa. Pero puedo discernir
su premisa psicológica como una vana ilusión”.2
Pero no me interesa aquí reabrir la discusión entre historicismo
y existencialismo, o entre marxismo y psicoanálisis, tarea que corresponde a los historiadores de la filosofía del siglo XX. Lo que me inte-resa es señalar la existencia de una problemática filosófica común, de
una premisa analítica compartida, consistente en la identificación de
la civilización moderna como un sistema basado en la represión.
Para Freud, el capitalismo moderno, como todo sistema cultural,
se funda en una necesaria supresión de la libido individual y en una
organización sublimante de la libido colectiva. Esta intuición aparece
formulada de diversos modos por la filosofía del siglo XX.
Desde el ámbito del psicoanálisis freudiano este malestar es cons-titutivo e insuperable, y la terapia psicoanalítica se propone curar, por
medio del lenguaje y de la anamnesis, las formas neuróticas en las
que dicho malestar se manifiesta en nosotros. La cultura filosófica
de inspiración existencialista comparte la convicción freudiana que
sostiene que la alienación constitutiva y la represión de la pulsión
libidinal son insuperables.
Por el contrario, en el ámbito del pensamiento marxista y antiau-toritario la represión es considerada como una forma socialmente
determinada que puede ser eliminada por medio de la acción social,
liberando con ello las energías productivas y de deseo que el movi-miento real de la sociedad contiene.
En todo caso, en ambas visiones filosóficas la represión juega un
papel fundamental. El concepto sirve para explicar las patologías neu-róticas de las que se ocupa la terapia psicoanalítica y también para
explicar la contradicción social capitalista que los movimientos revo-lucionarios quieren abolir para hacer posible una superación de la
explotación y de la propia alienación.
“... no puede soslayarse la medida en que la cultura se edi-fica sobre la renuncia de lo pulsional, el alto grado en que se
basa, precisamente, en la no satisfacción (mediante sofoca-ción, represión, ¿o qué otra cosa?) de poderosas pulsiones”.
En los años 60 y 70, el concepto de represión subyace a todos los
discursos políticos inspirados en el deseo. El valor político del deseo
se presenta en oposición a los dispositivos de represión. Esta concep-
ción ha acabado por mostrarse como una trampa conceptual y una
trampa política. Por ejemplo, cuando durante el 77 italiano (tras la
oleada de detenciones que siguió a la insurrección de febrero y marzo)
el movimiento decidió alertarse sobre el asunto de la represión, por
medio del encuentro de Bolonia de septiembre. Tal vez fue un error
de concepto: al elegir el asunto de la represión como eje del discurso,
entramos de lleno en la máquina narrativa del poder y perdimos así la
capacidad de imaginar formas de vida asimétricas en relación con el
poder y, por ello, independientes.
Pero a finales del siglo XX toda la problemática de la represión
parece disolverse y salir de escena.
Las patologías que dominan la escena de nuestro tiempo no son
ya, en realidad, las patologías neuróticas producidas por la represión
de la libido, sino más bien las patologías esquizoides producidas por
el estallido expresivo del just do it.
estructura y deseo
El pensamiento antiautoritario de los años 70 se movía en la esfera
conceptual freudiana, aunque ampliase y desbordase su horizonte
histórico. En Eros y civilización, Marcuse proclamaba la actualidad de
una liberación del eros colectivo. La represión comprime las potencia-lidades de la tecnología y del saber e impide su pleno desarrollo, pero
la subjetividad crítica desarrolla su acción precisamente al hacer posi-ble la plena expresión de las potencialidades libidinales y productivas
de la sociedad y crea, de ese modo, las condiciones de una realización
plena del principio del placer.
El análisis de la sociedad moderna se mezcla con la descripción de
los dispositivos disciplinarios que modelan de forma represiva las ins-tituciones sociales y el discurso público. La reciente publicación de los
seminarios de 1979 (en especial del seminario dedicado al nacimien-to de la biopolítica) nos obligan a desplazar el centro de gravedad del
pensamiento foucaultiano desde el disciplinamiento represivo hacia la
creación de dispositivos de control biopolítico, pero en sus obras dedicadas a la genealogía de la modernidad (en especial la Historia de la
locura, El nacimiento de la clínica y Vigilar y castigar) Foucault se mueve, a su modo, en el ámbito del paradigma “represivo”.
A pesar del abandono del campo freudiano que se manifiesta ple-namente en El Anti-Edipo, también Deleuze y Guattari se mueven
dentro del campo problemático delimitado por Freud en El malestar
en la cultura en 1929: el deseo es la fuerza motriz del movimiento que
atraviesa la sociedad tanto como el recorrido de la singularidad, pero
la creatividad deseante debe vérselas continuamente con las máqui-nas de guerra de tipo represivo que la sociedad capitalista hace llegar
a cada nicho de la existencia y del imaginario. El concepto de deseo
no puede ser reducido a una lectura en clave “represiva”. En El Anti-Edipo, el concepto de deseo se contrapone al de carencia. El campo de
la carencia, en el que floreció la filosofía dialéctica y sobre el que la
filosofía política del siglo XX construyó su fortuna y su infortunio, es
el campo de la dependencia no el de la autonomía. La carencia es un
producto determinado por el régimen de la economía, la religión y la
dominación psiquiátrica.
Los procesos de subjetivación erótica y política tienen que fun-darse sobre el deseo como creación y no como carencia. Deleuze y
Guattari nos permiten comprender que la represión no es más que
una proyección del deseo. El deseo no es manifestación de una es-tructura sino la posibilidad de crear mil estructuras. El deseo puede
cristalizar estructuras y transformarlas en reiteraciones obsesivas. El
deseo construye las trampas que atrapan al deseo.
Sin embargo, en el dispositivo analítico que nace de la genealogía
foucaultiana y del creacionismo deleuze-guattariano prevalece una vi-sión de la subjetividad como fuerza en la que reemerge el deseo supri-mido contra la sublimación represiva social. Una visión antirrepresiva
o, si se prefiere, una visión expresiva. La relación entre estructura y de-seo es el punto de inflexión que saca al pensamiento esquizoanalítico guattariano de la órbita del freudismo lacaniano. El deseo no puede ser comprendido a partir de la estructura, como una variación posible que deriva del matema psíquico. El deseo creativo produce infinitas estructuras y, entre ellas, las que sirven de dispositivos de represión.
en la esfera del semiocapital
Para salir del marco freudiano debemos fijarnos en la posición de
Jean Baudrillard, cuyo pensamiento nos aparecía en aquellos años
como un pensamiento disuasivo.
Jean Baudrillard diseña otro panorama. En sus obras de principios
de los 70 (El sistema de los objetos, La sociedad de consumo, Réquiem por los medios y, por último, Olvidar a Foucault) Baudrillard sostiene que la ideología de la liberación corresponde al pleno dominio de las mercan-cías y que la nueva dimensión imaginaria no es la de la represión sino la de la simulación, la de la proliferación de simulacros y la seducción. Baudrillard señaló que el exceso expresivo es el núcleo central de
la sobredosis de realidad.
“Lo real crece como el desierto. La ilusión, el sueño, la
pasión, la locura, la droga, pero también el artificio, el simu-lacro: ésos son los predadores naturales de la realidad. Todo
ello ha perdido gran parte de su energía como si hubiese su-frido una enfermedad incurable”.3
Baudrillard anticipa una tendencia que a lo largo de estos últimos
decenios ha acabado por prevalecer: en su análisis la simulación mo-difica la relación entre sujeto y objeto, constriñendo al sujeto a la po-sición subordinada de quien cae en la seducción. El actor es el objeto,
no el sujeto. Con ello se disuelve toda la problemática de la alienación
y de la represión, y del malestar que deriva de ellos.
En un escrito de sus últimos años (el muy citado texto sobre so-ciedades disciplinarias y sociedades de control) Deleuze parece po-ner en cuestión la arquitectura que deriva de la noción foucaultiana
de disciplina y parece ir en la dirección en la que Baudrillard siguió
desde los primeros años 70. Pero lo que me interesa no es tanto una
comparación entre pensamiento de la simulación y pensamiento del
deseo (que valdrá la pena profundizar en otro momento). Lo que me
interesa es el escenario psicopatológico que está emergiendo en los
años en los que la sociedad industrial llega a su fin y deja paso al
semiocapitalismo, es decir, al capitalismo fundado en el trabajo inmaterial y en la explosión de la infósfera.
La sobreproducción es un rasgo característico inherente al capitalismo, porque la producción de mercancías no responde a la lógica de la
necesidad concreta de los seres humanos sino a la lógica abstracta de
la producción de valor. En el semiocapitalismo la sobreproducción es
sobreproducción semiótica: un exceso infinito de signos que circulan
en la infósfera y que saturan la atención individual y colectiva.
La intuición de Baudrillard ha resultado ser importante a la larga.
La patología que predominará en los tiempos que vienen no nacerá
de la represión sino de la pulsión de expresar, de la obligación ex-presiva generalizada.
Lo que parece que se extiende en la primera generación videoelectró-nica son patologías de la hiper-expresión, no patologías de la represión.
Cuando nos ocupamos del sufrimiento de nuestro tiempo, del ma-lestar de la primera generación conectiva, no nos hallamos en la esfe-ra conceptual descrita por Freud en El malestar en la cultura. La visión
freudiana sitúa la ocultación en la base de la patología. Algo nos es
ocultado, algo desaparece, algo es suprimido. Lo que parece evidente
es que en la base de las patologías hoy no hay una ocultación sino la
hipervisión, el exceso de visibilidad, la explosión de la infósfera, la
sobrecarga de estímulos info-nerviosos.
La hiperexpresividad y no la represión constituye el contexto tec-nológico y antropológico que permite entender las psicopatologías
contemporáneas: trastornos de déficit de atención, dislexia, pánico.
Son patologías que hacen pensar en otro modo de elaboración del
input informativo, pero que entre tanto se manifiestan como sufri-miento, malestar y marginación.
Tengo que decir, por si no hubiera quedado claro, que mi discurso
nada tiene que ver con las prédicas reaccionarias e intolerantes sobre los
males producidos por la llamada permisividad y sobre cuánto bien hacía a las costumbres y al intelecto la represión de los buenos tiempos pasados.
patologías de la expresividad
En su introducción a un libro sobre las formas contemporáneas de la
psicopatología sus editores nos dicen:
“Al escribir este libro hemos querido repensar el binomio
cultura/malestar a la luz de las profundas transformaciones
sociales que han afectado a nuestra vida. Entre ellas, una de
las más significativas es el cambio de signo del imperativo
sostenido por el super-yo social actual en relación con el freu-diano. Mientras que el super-yo freudiano exige la renuncia
pulsional, el super-yo contemporáneo parece situar el impul-so de gozar como un nuevo imperativo social. En efecto, las
formas sintomáticas de malestar de la cultura están hoy en
estrecha relación con el goce, son auténticas prácticas de goce
(perversiones, toxicomanías, bulimias, obesidad, alcoholis-mo) o manifestaciones de un cierre narcisista del sujeto que
produce un estancamiento del goce en el cuerpo (anorexias,
depresiones, pánico)”.4
La psicopatología social predominante, que para Freud era la neu-rosis que describía como consecuencia de la supresión, es hoy más
bien la psicosis, que está cada vez más asociada a la dimensión del
actuar y del exceso energético e informativo.
En su trabajo esquizoanalítico, Guattari se concentró en la posibilidad
de redefinir todo el campo del psicoanálisis a partir de una redefinición
de la relación entre neurosis y psicosis, y de la centralidad metodológica
y cognoscitiva de la esquizofrenia. Esta redefinición ha tenido un efecto
político potentísimo y ha coincidido con el estallido de los límites neuró-ticos que el capitalismo ponía a la expresión, que encerraban la actividad
en los límites represivos del trabajo y sometían el deseo a la supresión
disciplinaria. Pero la propia presión esquizomorfa de los movimientos
y el propio estallido expresivo de lo social ha traído consigo una meta-morfosis (esquizometamorfosis) de los lenguajes sociales, de las formas
productivas y, en último término, de la explotación capitalista.
Las psicopatías que se extienden en la vida cotidiana de las pri-meras generaciones de la era conectiva no son comprensibles desde
el paradigma represivo y disciplinario. No se trata de patologías de la
supresión sino de patologías del just do it.
“Da aquí la centralidad de la psicosis que, a diferencia de
la clínica de la neurosis que es una clínica simbólica en tan-to que se funda en el carácter lingüístico-retórico de la supre-sión y en el fundamento normativo del Edipo, es una clínica
de lo real no gobernado por la castración simbólica y, por
tanto, más próxima a la verdad de la estructura (lo real del
goce es, de hecho, imposible de simbolizar íntegramente)”.
Y más adelante
“El motivo de la dispersión de la identidad indica la au-sencia de un centro de identificación que permita al sujeto,
como sucede en la neurosis, estructurar un Yo fuerte de con-tornos definidos y con capacidad de integración de las prime-ras relaciones objetuales y de sus identificaciones”.5
Desde el punto de vista semiopatológico, la esquizofrenia puede
ser considerada como un exceso del flujo semiótico en relación con la
capacidad de interpretación. Cuando el universo se pone a correr de-masiado rápido y es necesario interpretar demasiados signos, nuestra
mente no logra distinguir las líneas y los puntos que dan forma a las
cosas. Tratamos entonces de captar el sentido por medio de un proce-so de sobreinclusión, extendiendo los límites del significado.
Como escriben Deleuze y Guattari en la conclusión de su último
libro en común:
“Sólo pedimos un poco de orden para protegernos del caos.
Nada es más doloroso y más angustioso que un pensamiento que
huye de sí mismo, de ideas que huyen, que desaparecen apenas
esbozadas, listas ya para el olvido o precipitadas en otras ideas
que no podemos dominar. Son infinitas variaciones cuya apa-rición y desaparición coinciden. Son velocidades infinitas que se
confunden con la inmovilidad de la nada incolora y silenciosa
recorrida pos seres sin naturaleza ni pensamiento”.6
semiótica de la esquizofrenia
Un régimen semiótico puede calificarse de represivo cuando en el mis-mo a cada significante le es atribuido un único significado. Hay quien
no interpreta correctamente los signos del poder, quien no saluda la
bandera, quien no muestra respeto hacia el superior, quien trasgrede la
ley. Pero el régimen semiótico en el que nos encontramos nosotros, los
habitantes del universo semiocapitalista se caracteriza por el exceso de
velocidad de los significantes, que estimula una especie de hipercinesia
interpretativa. La overinclusion propia de la interpretación esquizofréni-ca se convierte en el modo predominante de navegación en el universo
proliferante de los medios videoelectrónicos.
En el capítulo “Hacia una teoría de la esquizofrenia”, Bateson de-fine así la interpretación esquizofrénica:
“El esquizofrénico manifiesta debilidad en tres áreas de di-cha función: a) tiene dificultad para asignar el modo comunica-tivo correcto a los mensajes que recibe de otras personas; b) tiene
dificultad para asignar el modo comunicativo correcto a aquellos
mensajes que él mismo profiere o emite de manera no verbal; y
c) tiene dificultad para asignar el modo comunicativo correcto a
sus propios pensamientos, sensaciones y percepciones”.7
En la infósfera videoelectrónica todos nos hallamos en las condicio-nes que caracterizan la comunicación esquizofrénica. El receptor hu-mano, expuesto a la sobrecarga de impulsos significantes e incapaz de
elaborar en secuencia el significado de los enunciados y los estímulos,
sufre las tres dificultades de las que habla Bateson. Hay además otra
particularidad del esquizofrénico de la que habla Bateson: la de no ser
capaz de distinguir entre la metáfora y la expresión literal.
“La peculiaridad del esquizofrénico no consiste en que em-plee metáforas, sino en que emplee metáforas no rotuladas”.8
En el universo de la simulación digital la metáfora y la cosa son
cada vez menos distinguibles. La representación ocupa el lugar de la
vida y la vida el de la representación. El flujo semiótico y la circulación
de mercancías calcan sus códigos, y entran a formar parte de la mis-ma constelación que Baudrillard llama hiperreal. Por eso el registro
esquizofrénico se convierte en el modo de interpretación predomi-nante. El sistema cognitivo colectivo pierde la competencia crítica que
consistía en saber distinguir el valor de verdad o de falsedad de los
enunciados que se presentaban en secuencia a su atención media-namente despierta. En el universo proliferante de los medios veloces
la interpretación no se realiza a lo largo de líneas de secuencia sino
siguiendo espirales asociativas y conexiones asignificantes.
la interpretación en una situación de sobrecarga
En un ensayo titulado Learner based listening and technological authen-ticity,9 Richard Robin, un investigador de la George Washington Uni-versity estudia los efectos de la aceleración de la emisión vocal sobre
la comprensión de los oyentes. Robin hace su análisis a partir del
cálculo del número de sílabas por segundo que pronuncia el emi
sor. Cuanto más se acelera la emisión y más sílabas se pronuncian
por segundo, menor es la comprensión del significado por parte del
oyente. Cuanto más rápido es el flujo de sílabas por segundo, menor
es el tiempo del que dispone el oyente para elaborar críticamente el
mensaje. La velocidad de emisión y la cantidad de impulsos semióti-cos emitidos por unidad de tiempo determinan el tiempo disponible
para la elaboración consciente por parte del receptor.
“La emisión veloz intimida al oyente (...). Hay pruebas
de que la globalización ha traído consigo ritmos de emisión
más rápidos en partes del mundo en las que los estilos de
radio y teledifusión occidentales han sustituido los estilos
tradicionales basados en la autoridad. En la antigua Unión
Soviética, por ejemplo, la emisión medida en sílabas por
segundo casi se ha doblado desde la caída del comunismo,
pasando de tres a seis sílabas por segundo.10 Algunas compa-raciones superficiales en Oriente Medio y en China apuntan
en la misma dirección”.
Esta observación de Robin tiene consecuencias enormemente in-teresantes para comprender el paso de una forma de poder autoritario
de tipo persuasivo (como lo fueron los regímenes totalitarios del siglo
XX) a una forma de poder biopolítico de tipo penetrante e invasivo
(como la infocracia contemporánea). Los primeros se fundan en el
consenso: los ciudadanos deben entender bien las razones del Presi-dente, del General, del Führer, del Secretario General, del Caudillo o
del Duce. Sólo hay una única fuente de información autorizada. Las
voces disidentes están sometidas a la censura. El régimen infocrático
del semiocapital funda su poder en la sobrecarga, en la aceleración
de los flujos semióticos, y hace proliferar las fuentes de información
hasta alcanzar el rumor blanco de lo indistinguible, de lo irrelevante
y de lo indescifrable.
Si en la sociedad moderna la patología prevaleciente a escala
epidémica era la neurosis producida por la represión, hoy las pa-tologías de alcance epidémico son de carácter psicótico-pánico. La
hiperestimulación de la atención reduce la capacidad de interpre-tación secuencial crítica y el tiempo disponible para la elaboración
emocional del otro, del cuerpo y del discurso del otro, que trata de
ser comprendido sin lograrlo.
Traducción: Manuel Aguilar Hendrickson
1. Freud, Sigmund, El malestar en la cultura, en Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu 1976, volu-men XXI, pp. 95-96.
2. Freud, Sigmund, El malestar... op. cit., pp. 109–110.
3. Baudrillard, Jean, Il patto di lucidità o l’intelligenza del male, Milán, Rafaello Cortina, 2006.
4. Cosenza, Domenico, Recalcati, Massimo y Villa, Angelo, Civiltà e disagio. Forme Contemporanee della
psicopatologia, Milán, Bruno Mondadori, 2006.
5. Recalcati, Massimo, “La personalità borderline e la nuova clinica”, en Cosenza, Recalcati y Villa,
op. cit., p. 4.
6. Deleuze , Gilles y Guattari, Félix, ¿Qué es la filosofía?, Barcelona, Anagrama, 1993, pág. 117.
7. Bateson, Gregory, Jackson, Don D., Haley, Jay y Weakland, John H., “Hacia una teoría de la esquizo-frenia”, en Bateson, Gregory, Pasos hacia una ecología de la mente. Una aproximación revolucionaria a la
autocomprensión del hombre, Buenos Aires, Ediciones Carlos Lohlé, 1985, p. 234
-8. Bateson, Gregory, et al., op. cit., p. 235
9. Robin, Richard “Learner based listening and technological authenticity” en Language Learning & Tech-nology, vol. 11, num. 1, febrero 2007, pp. 109–115 (http://llt.msu.edu/vol11num1/robin/default.html).
10. Robin, R., “Russian-language listening comprehension: where are we going? where do we go?”, en . Robin, R., “Russian-language listening comprehension: where are we going? where do we go?”, en
Slavic and East European Journal, 35(3), 1991, 403-410.
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