El próximo Sábado a las 21 seguiremos sosteniendo que las preguntas y el pensamiento también, y sobretodo, viven afuera de facultades y escuelas. Sin academicismos ni rigideces que limiten o excluyan, esta vuelta los disparadores de dudas vienen de la literatura. En Bartleby, de Melville (autor también de "Moby Dick"), un empleador no puede deshacerse de un empleado que no para de negarse a realizar las tareas que le encomiendan, respondiendo tranquilamente siempre con la misma frase: - "preferiría no hacerlo". Y en "Los Pichiciegos", Fogwill nos baja bien a tierra sobre la mierda que fue la guerra de Malvinas; o incluso nos lleva debajo de la tierra para acercarnos a experiencias cotidianas de supervivencia en ese contexto (¿) des-humanizante (?)
Sarlo sobre Los Pichiciegos*:
Escribe Fogwill: El polvo químico. En esas putas islas no queda un solo tarro de polvo químico. ¿Por qué lo derrocharon? Lo derrocharon, lo olvidaron: ¡No queda un puto tarro de polvo químico! Ni los ingleses ni los malvineros, ni los marinos ni los de aeronáutica: ni los del comando, ni los de policía militar tienen un miserable frasquito de polvo químico, tan necesario. No hay polvo químico, nadie tiene. Con polvo químico y piso de tierra, caga uno, cagan dos, cagan tres, cuatro o cinco y la mierda se seca, no suelta olor, se apelotona y se comprime y al día siguiente se la puede sacar con las manos, sin asco, como si fuera piedra, o cagada de pájaros."2 El problema es el mismo, la pregunta que hace visible el problema es la misma: la guerra de Malvinas pertenece a un orden de materialidad que es previo y fundante de toda posibilidad de relato sobre la guerra. Cuando las cosas dicen su verdad, materializan el recuerdo. Cuando la necesidad de polvo químico es tan grande, cuando la carencia de polvo químico hace que la gente convierta su refugio en cuevas apestosas o se congele en el viento de la noche, la guerra comienza a ser algo visible para el relato. La guerra, como el holocausto, se denuncia en los objetos manipulados por una tecnología sofisticada o transformados por las artesanías de supervivencia. Para hablar de la guerra no hay términos generales: o se sabe o no se sabe lo que la guerra hace con los cuerpos (o se sabe o no se sabe lo que es un horno de cremación y cuánto tarda en terminar con una remesa de hombres y mujeres). En la novela de Fogwill, la guerra de Malvinas es traducida a los saberes necesarias para la supervivencia: las astucias para negociar en un mercado casi inverosímil donde se intercambian acciones de espionaje o intervenciones bélicas por pilas para linternas, cigarrillos y raciones.
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